Ocurrió en Julio pasado, en la localidad rionegrina de Cipolletti. Una joven joven estudiante de Medicina fue asesinada en la casa de un amigo. El hombre dijo que la encontró agonizando y, como en la casa faltaron cosas, denunció que fue un robo. Ahora, el resultado de algunas pericias lo señalaron como posible femicida y quedó detenido.
Pablo Parra de 24 años, vecino y amigo de la estudiante pampeana Agustina Fernández de 19 años, fue detenido luego que el avance de la investigación y el resultado de varias pericias, lo señalan como posible asesino de la estudiante.
UNA PRENDA
El detenido trabaja en la industria petrolera. Era vecino de Agustina en un complejo de departamentos. El sábado 2 de julio, la estudiante apareció golpeada en la casa Parra. Luego de cuatro días de agonizar en estado vegetativo murió en un hospital.
Una prenda de vestir que colgaba de un alambrado en una propiedad lindera a la escena del crimen fue peritada y una muestra de ADN encontrada fue clave para el cambio de eje en la investigación.
SOSPECHAS DE UNA MADRE
Silvana Cappello, madre de la víctima sospechaba de la versión de Parra. «Acá hay algo más que un robo. Fueron a matarla. Agustina conoce la cara del asesino», había dicho y había pedido la detención de Parra.
El ahora detenido, había dicho que un ladrón había entrado al departamento y tras robarles había golpeado a la estudiante. Luego agregó que, tras el robo, se asomó por un tapial y vio una escalera con la que supuestamente huyó el atacante.
Finalmente, del otro lado del muro, los investigadores hallaron restos de una prenda de vestir. Las pericias confirmaron que eran del propio Parra.
Los primeros análisis genéticos habían descartado al ahora principal y único sospechoso: el perfil genético de la piel que Agustina tenía en sus uñas (producto de sus intentos defensivos), no coincide con el ADN de Parra.
Incluso, la fiscalía de Cipolletti distribuyó el identikit de un joven que fue visto en las inmediaciones del complejo donde vivía Agustina. Buscaban a un joven con piercing en la cara, un tatuaje en las cejas y en los dedos de una mano, con la palabra ROCK.
EL CASO
Agustina era oriunda de Santa Rosa, La Pampa. En marzo viajó a la ciudad rionegrina de Cipolletti para cursar en forma presencial el segundo año de la carrera de Medicina.
El sábado 2 de julio estaba en la casa de su vecino y amigo. Habían cenado juntos la noche anterior y programaron otra comida para ese día. Parra le prestaba el lavarropas, un gesto que inició la relación. Y ella incluso tenía llaves de esa vivienda.
El hombre salió del complejo a las 19.20 horas. Fue a lo de su padre a devolver una parrilla, compró helado y al regresar estacionó frente al departamento con su camioneta. Pero antes pasó por un almacén que estaba cerca: habló con el dueño, Leo. Y entonces regresó a su casa.
Cuando entró estaba la luz apagada: la prendió y vio a Agustina, quien convulsionaba. Le dijo a la policía que le robaron el celular que le dejó cargando, mil dólares y una cadena de plata. Tampoco estaba el celular de la víctima.
LA MUERTE
La estudiante tuvo una agonía de cuatro días: después de las primeras 48 horas su estado ya fue irreversible, con muerte cerebral. En sintonía con su vocación, la familia decidió la donación de los órganos: en el secundario, en el Colegio Mabel Peralbo de Santa Rosa, Agustina realizó un trabajo grupal dedicado a la donación de órganos, donde ya alumbraba su vocación por la medicina.
