Alan Arrieta tenía 19 años. El pasado domingo estaba sentado afuera de su casa junto a su mamá, en el barrio Ampliación 1º de Mayo de la provincia de Córdoba, cuando fue baleado por al menos dos personas a bordo de una moto. Murió desangrado. Hay un detenido por su ejecución.
Tres días después, con disparos al aire, sus amigos lo despidieron con una caravana durante el funeral. En medio de los balazos, insultan a los narcos y aplauden al amigo abatido. La principal hipótesis es que el crimen fue un ajuste de cuentas consecuencia de una interna por la venta de drogas en la zona.
El mensaje que se busca dar es doble: Una despedida a alguien que murió «en su ley» y un mensaje hacia alguien más. En las últimas horas los vecinos fueron testigos de varios tiroteos: La venganza de la muerte de Alan estaría al caer.
Pero esto no fue todo. Ese mismo día, dos jóvenes llegaron con un auto al barrio. Lo estacionaron en medio de una cuadra, lo saquearon y luego lo prendieron fuego.


