
Por Rodrigo González (Abogado penalista).
El 13 de junio, pasado el mediodía, la voz de Loan Danilo Peña se apagó repentinamente.
En lo que perfectamente podría ser el escenario de un cuento de Facundo Quiroga, se cree (repito: solo se cree) que Loan Danilo Peña, de apenas 5 años, había ido junto con otros niños y unos adultos a juntar unas naranjas en un monte de un pueblo de poco más de 2.000 habitantes.
Desde aquel momento, nadie volvió a saber nada del niño.
Su llanto se apaga día a día ante el silencio de las bestias y la ineptitud y corrupción de quienes deben descubrir qué fue lo que sucedió y encontrar a Loan con vida.
Entre los imputados solamente vemos miradas apagadas, rostros sin gestos que aseguran que Loan ha muerto, pero más tarde se encargan de introducir la esperanza de que todavía esté con vida.
Cinismo digno de esas bestias.

En ese contexto, y para no guardarse nada, plantan una pequeña zapatilla del niño desaparecido. Quienes participan de la maniobra, se sacan fotos para documentar la supuesta búsqueda previa.
Un policía detenido por encubrir un delito que todavía no se determina (Loan ha desaparecido y eso es lo único que sabemos), tiene el descaro de prestar su descargo de pie, espalda contra la pared, vociferando y gesticulando como si eso le otorgara credibilidad. Todo lo contrario. La imagen es rancia, tan rancia como el que filma con un celular para filtrar la escena en los medios.
Una pareja presuntamente vinculada a una red de pedofilia solicita custodia policial por temor a que le planten pruebas, que días después son encontradas en su vehículo.
¿No estarían, acaso, armando una coartada ante el temor de no haber limpiado bien los rastros de Loan?
A más de 40 días de la desaparición de Loan, los investigadores realizan un nuevo rastrillaje en la «zona cero». El retroceso es total.
El desconcierto es tan absoluto como vergonzoso. Pocas veces en mi carrera de abogado penalista vi una investigación tan ineficaz.

Oír las explicaciones de los funcionarios es indignante. Se repiten las excusas, se alega que no hay cámaras en el lugar, que la «Alerta Sofía» se emitió tarde, cuando justamente una de las características de dicho sistema de emergencia debe ser su rapidez. Pero lo más vergonzoso es que se argumente que el motivo del fracaso de la investigación es el silencio de las siete personas que estaban con Loan cuando se lo llevaron, cuando lo desaparecieron.
Así están las cosas. Dependemos de que alguna de esas siete personas que habrían participado de un delito atroz se dignen a contarles a las autoridades qué hicieron con Loan.
En 2023 me tocó intervenir como defensor en la causa que investiga el homicidio de Pérez Algaba, el joven asesinado y descuartizado cuyos restos fueron encontrados en una valija en el arroyo del Rey.
Si bien el proceso no ha culminado, la investigación fue sobresaliente, sin inocentes detenidos y sin culpables en libertad. Eso es lo que marca la diferencia entre éxito y fracaso en una pesquisa.
No hicieron falta las confesiones para avanzar hacia la verdad, todo lo contrario. Una investigación sigilosa, rápida, honesta y efectiva, arrinconó a quienes hoy esperan un comprometido juicio.

Señores funcionarios: Cuando los investigadores están lejos de la verdad, los culpables no confiesan. Se aferran a la ineptitud y/o complicidad de quienes los persiguen.
No esperen arrepentimiento ni humanidad de quienes se aprovecharon de la vulnerabilidad y desprotección de un niño de 5 años.
Un delito brutal y una investigación inútil es una combinación letal que debe llenarnos de vergüenza e indignación.
Encuentren a Loan. Exigimos justicia que, reitero, no llegará si solo aguardan que las bestias confiesen.


