Contratar un servicio de seguridad privada en los edificios, sobre todo los de la Capital Federal, se ha vuelvo un hábito. Inclusive, para ahorrar algunos pesos, se opta por tener el tótem de seguridad con una persona a través de una pantalla que controla los ingresos y egresos del edificio. Sin embargo acá, estuvieron los dos empleados de seguridad: El presencial y el virtual. Ninguno hizo nada.
El hecho ocurrió a las 2 y 20 de la mañana del martes pasado, cuando un hombre estaba por ingresar a su edificio y es sorprendido por un delincuente que quiere sustraerle el celular de su bolsillo trasero. Ante la resistencia de la víctima, comienza el forcejeo que termina con ambos en el piso.
Desde un primer momento, todo es observado por el empleado de seguridad que le ordena a su colega a través de la pantalla de llamar a la policía. Transcurren 55 segundos con el empleado de seguridad mirando la escena, sin abrir la puerta para socorrer al vecino.
Al hombre le robaron el celular y las llaves de su departamento. La policía llegó tres minutos más tarde, pero el ladrón ya se había escapado. No lo pudieron encontrar. El edificio se ubica a media cuadra de una comisaría, a diez metros de la cancillería y con dos empleados de seguridad las 24 horas. Nada lo pudo evitar.