Mediante tareas de "ciberpatrullaje", es decir el monitoreo de la información que circula en las redes sociales, la policía descubrió una página de Internet en la que se vendían armas.
Consistía en un sistema de subastas online en el que se anunciaban diversos productos con un precio base a partir del cual los compradores debían ofertar. El artículo era adquirido por quien llegara a ofrecer más dinero.
Las armas las publicaban como "juguetes” a un valor inicial que iba desde los $13.000 hasta los $50.000 dependiendo del modelo y las características. Eran vendidas sin autorización y a personas que no tenían habilitación de la ANMAC.
Las subastas se promocionaban por Instagram con la colaboración de personajes "famosos".
Al revisar el depósito se encontraron 2 revólveres de diferentes calibres, una pistola, una carabina, una escopeta, un pistolón calibre 16 de uso prohibido, varias municiones, una máquina para recargar cartuchos y perdigones de plomo. Ninguna de las armas poseía la documentación correspondiente e incluso algunas tenían borrada la numeración.
También se descubrió que remataban matafuegos cuyas etiquetas reglamentarias no eran oficiales.